sábado, 21 de septiembre de 2013

Visitando un Dublín sin leprechauns ni fauna fantástica

Las ciudades que nunca han sido centros de poder difícilmente pueden ofrecer al visitante los vestigios de un pasado esplendoroso y, en el caso de Dublín (Baile Átha Cliath), se cumple. Tampoco cuenta con lugares pintorescos y la mayoría de los recomendados por las guías turísticas están ligados a la historia y tradiciones irlandesas, muy importantes para sus habitantes pero desconocidas para la mayoría de los viajeros.

Esas carencias quedan compensadas por la tranquilad de una capital acogedora, que merece la pena ser descubierta. Además, sirve de alojamiento durante las excursiones por la provincia de Leinster y es uno de los puntos de partida hacia la de Munster.

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Castillo de Dublín

¿Qué ver?: Si damos un paseo panorámico por la zona más interesante de la ciudad, la situada al sur del río Liffey, encontramos el denominado castillo de Dublín, pese a tratarse de un edificio administrativo (siglo XVII) que sólo conserva una torre de la fortaleza primitiva, y, justo al lado, el City Hall (Ayuntamiento de Dublín, de estilo neoclásico).

Desde allí podemos ver el exterior de la Christ Church Cathedral (neogótica por las sucesivas reparaciones y reconstrucciones del siglo XIX) y su gran cripta del siglo XII, para después acercarnos a St. Audoen's Church (siglo XII, con restos de ampliaciones posteriores), exteriormente menos impresionante que la anterior pero más hermosa.

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Catedral de st. Patrick's
Siguiendo la ruta, nos acercamos a st. Patrick's Cathedral (siglo XIII y torre del XIV) para adentrarnos después en el Temple Bar, el barrio de los pubs i restaurantes. Antes de abandonar esta parte de la ciudad se puede ver la estatua de Molly Malone en Grafton Street, una vendedora ambulante que inspiró una canción, y cruzar el río por el antiguo puente de peaje Ha'penny Bridge.


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Locales típicos del barrio del Temple
Desde allí nos acercarnos a O´Connell Street, presidida por el monumento a Daniel O'Connell (político que lucho pacíficamente por los derechos de los católicos irlandeses), que conserva impactos de bala igual que el General Post Office, de gran importancia para los irlandeses por ser el centro de la sublevación de 1916 en el que se proclamó la República de Irlanda. Justo enfrente the Spire of Dublin o Monument of light es un mástil de aluminio de 120 metros de altura mientras que en Earl Street North encontramos la escultura de James Joyce.

Sólo para entusiastas: Aunque el recorrido anterior nos permite conocer los monumentos más conocidos de Dublín, entre las siguientes propuesta encontraremos algunos lugares tanto o más interesantes para visitar.

El Trinity College (siglos XVII a XIX) es la universidad más importante del país, construida siguiendo el modelo de las británicas, donde destaca la sala principal de la Biblioteca o Long Room y el Libro de Kells (manuscrito iluminado del siglo IX). Muy cerca, en el National Museum of Ireland de arqueología encontraremos piezas relacionadas con la vida prehistórica en la isla y, algo que no es habitual en otras instituciones, una interesante colección vikinga.

Otras espacios museísticos son el Irish Museum of Modern Art y la National Gallery of Ireland (respectivamente arte contemporáneo y colección de obras europeas e irlandesas, con algunas pequeñas joyas), así como el Writers Museum, pues no hay que olvidar que la literatura inglesa cuenta con una importante representación de escritores de origen irlandés.

El Bloomsday es un recorrido por el itinerario que siguió el protagonista del libro Ulises de Joyce.

La antigua cárcel de Kilmainham (finales del siglo XVIII) fue prisión de muchos de los irlandeses que para no morir durante la hambruna delinquían para ingresar allí o de los implicados en la lucha por la independencia de Irlanda.

Totalmente prescindible: Si ya se han visitado otras fábricas de cerveza no es necesario recorrer la de Guinness, a no ser que se sea entusiasta de esa marca.

Lo más friki y/o kitsch: Pese a ser la tierra de los cuentos de leprechauns y hadas, tréboles de la suerte y leyendas sobre san Patricio, lo más horroroso y espeluznante es el Viking Splash Tours, un vehículo anfibio cargado de turistas con cascos vikingos de plástico.

En otro orden de cosas la frase “Luck of the Irish” (la suerte de los irlandeses), que acompaña a miles de recuerdos para turistas, sólo puede ser una muestra de humor negro: después de cientos de años de opresión, discriminación, hambrunas, emigración, guerras... y ahora crisis, no se recuerda un momento afortunado en su historia.

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